jueves, 15 de diciembre de 2011

LOS PRIMEROS ALTARES.


Altar rupestre, de finales del Bronce presumiblemente, en la dehesa de Bascarrabal de Ávila.

“... y el día diecisiete del séptimo mes el arca quedó anclada sobre los montes de Ararat. (...) Noe, levantó un altar al Señor y, tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos sobre él. El Señor aspiro el perfume agradable,...”.  (Génesis 8.).

Esta es la primera referencia que encontramos en la Biblia sobre el levantamiento de un altar a Dios en lo alto de una montaña para un acto de reconciliación después del diluvio.

La Biblia, en el mismo libro (12-13) refiere los numerosos altares que Abrahán fue levantando desde su patria hasta Egipto y regreso: uno, en la encina de Moré; otro, en una montaña al oriente de Betel; y otro, en el encinar de Mambré, todos en alturas o bosques siguiendo las pautas religiosas naturalistas de los pueblos de Occidente.

Altar rupestre de finales del Bronce presumiblemente, conocido como el Mortero, en Bonilla de la Sierra, Ávila.

El sacrificio de Isaac, como prueba de la fe de Abrahán, es también revelador: “Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado (un monte del país de Moria), Abraham levantó un altar; preparó la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego tomó el cuchillo,...” (Génesis 22).

En Éxodo 20, 22-26, se recogen varias alusiones al tipo y finalidad de los antiguos altares “El Señor dijo a Moisés (...) me levantarás un altar de tierra y en él me ofrecerás tus holocaustos, tus sacrificios de reconciliación, tus ovejas y tus bueyes (...) Si me levantas altar de piedras no sea con piedras labradas, porque al trabajarlas con tus herramientas las habrás profanado. Ni subirás por gradas a mi altar,...” . “Moisés, (...) se levantó de madrugada y edificó un altar al pie de la montaña y doce estelas por las doce tribus de Israel,...” (Éxodo, 24), en el cual, tras ser regado con sangre, se realizaron holocaustos con novillos. Parte de la sangre se derramó sobre el pueblo.

Es posible que algunos de los referidos altares no llegasen a levantarse nunca, pero es un hecho que el hombre, formando o no parte de todo tipo de santuarios y aisladamente, en muchas ocasiones, desde hace milenios, viene manteniendo la costumbre de levantar altares a sus dioses “Destruiréis totalmente todos los lugares donde las naciones que vais a desalojar han dado culto a sus dioses; sobre las montañas, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso; destruiréis sus altares, romperéis sus estelas, quemareis sus cipos sagrados, haréis pedazos las imágenes talladas de sus dioses y sus nombres de esos lugares” dice Dios a los israelitas antes de iniciar la conquista de la tierra prometida (Deuteronomio 12-2,3).

Altar de los sacrificios del gran santuario de Ulaca, en Ávila. 

El altar es por tanto el elemento fundamental del culto para todas las religiones pues la unión con la divinidad, cualquiera que ésta sea, casi siempre se intenta conseguir a través de él ofreciendo sacrificios con el objeto de conformarla, aplacarla, sellar alianzas, agradecer los bienes recibidos, realizar plegarias; etc.

Aunque entre sus definiciones se encuentra “monumento dispuesto para inmolar la victima y ofrecer el sacrificio”, es esta segunda la que más se ajunta a su función pues muchos sacrificios, en especial cuando eran animales de gran tamaño, no tenían lugar sobre el altar sino ante este.Existen muchos tipos de altares pero quizás el más genuino y monumental de la antigüedad sea el denominado altar rupestre, por estar realizado, in situ, sobre la pura roca al estilo de los de Ulaca, Panoias, o el Charcazo de el Raso. 

Altar petrozoomorfo en el cerro de las Navas del castro de Chamartín de Ávila.

Es verdad que existieron miles de altares rupestres, seguramente más de uno por cada núcleo humano medianamente organizado, pero también lo es que son escasísimos los que alcanzan la monumentalidad de los referidos, circunstancia que, unida a la ignorancia, ha dado lugar a que tan solo se tomen en consideración unos pocos de los existentes despreciándose el resto por ser mínimo el vestigio que el hombre ha dejado sobre. Aunque en tal sentido valga recordar que la Biblia no aceptaba en que se trabajasen las piedras porque ello suponía profanarlas.

Íntima relación con el altar tiene el santuario rupestre cuyo nombre recibe el lugar donde se encuentran varios elementos de presumible culto rupestre (grabados, cazoletas, serpentiformes, podomorfos, hoyos e incluso uno o más altares rupestres).

Gran roca magicoritual horadada, en el castro de Ulaca de Ávila.
Las rocas mágico rituales, son otra variedad de piedras sagradas cuyo nombre que he otorgado a aquellas rocas que no siendo propiamente altares, pues no son aptas ni para realizar ni para ofrecer el sacrificio, cumplían otras posibles funciones cultuales relacionadas con las prácticas curativas, adivinatorias, de madurez, etc. Dentro de éstas últimas se encuentran los petrozoomorfos y los petroantropomorfos rocas con cierto aspecto animal o humano en torno a las cuales, y por lo dicho, se han realizado elementos de culto que han dado lugar a auténticos santuarios rupestres.

Otro tipo de altar menos grandioso pero en muchas ocasiones no menos monumental, son las antiguas aras clásicas, griegas y romanas principalmente, talladas sobre piedras móviles, generalmente de pequeño tamaño, aptas para libaciones, quemado de hiervas, y sacrificios de pequeños animales, palomas por ejemplo.

Ara clásica griega del siglo V antes de Cristo. 

Unos y otros altares así como las rocas mágico rituales se reconocen por ostentar distinto tipo de elementos como escalones, piedras arrimadas, pilas, cazoletas, escotaduras, petroglifos de distinto tipo inscripciones incluidas, etc.


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